29 de abril 2017 hora 07:38 pm

LIGA SANTANDER JORNADA 35 | REAL MADRID, 2 – VALENCIA, 1

  Un gran gol del lateral en los últimos instantes alivia a los de Zidane ante un buen equipo ché

El Valencia, tan bacheado y turbulento toda la temporada, se plantó con viveza en Chamartín, sabedor de que un pelotazo en plazas así es lo único que le queda para maquillar el curso. Apuró a su adversario de principio a fin. De hecho, antes del primer minuto una falta ejecutada por su portero, Diego Alves, originó un mal despeje de Sergio Ramos que dejó a Santi Mina ante el flequillo de Keylor Navas. El meta costarricense rechazó el primer remate y su poste izquierdo el segundo intento del atacante valencianista. Un aviso madrugador del cuadro de Voro; un reflejo de las neuronas del Madrid, ansioso antes de tiempo. Al equipo de Zidane se le vio inquieto desde el inicio, como si el primer segundo fuera el último. Fruto de esa perturbación malsana, lo mismo se pasaba de frenada que le faltaba una marcha. Ramos y Nacho no disimulaban su cháchara para corregir desajustes, los aspavientos de Cristiano eran evidentes. Nadie estaba cómodo, tanto por la pujanza del adversario como por las angustias propias. El Madrid no cuadraba el juego, demasiado espasmódico, con algún brote bueno, muchos regulares y varios malos.

Una vez más, nadie ventiló mejor al grupo de Zidane que sus laterales. Ni en jornadas de tiritona, Carvajal y Marcelo pierden el paso. Son la proa y la popa de este equipo. A ellos se sumó Modric, más despierto que en las últimas citas, y James, no siempre acertado, pero sí activo y capaz de asumir riesgos, de intentar dar otro giro al devenir del encuentro.

La ausencia de gente como Isco y Asensio, jugadores con finura para dominar distintas suertes del juego, hace del Madrid un conjunto más previsible, lo que no necesariamente le resta efectividad, porque tiene muchos repertorios. Sin mediapuntas como los mencionados, el equipo abusa del juego lateral y los centros aéreos, sin techo. La deriva es constante, lo que elimina, por ejemplo, a futbolistas como Benzema, que no tiene forro de panzer. No a Cristiano, cada día más nueve nueve.

Poco antes de la media hora, el portugués cazó un estupendo cabezazo tras una no menos formidable asistencia de Carvajal. A lo bien que enroscó la pelota el lateral respondió el luso con un remate de cátedra. Agazapado en el área, aceleró en el momento justo, emergió a espaldas de Garay, tiró de pértigas y con la cabeza mandó el balón a contrapié de Diego Alves. Hay muchos Cristianos, uno de ellos, de los mejores, es un cabeceador sublime.

El gol anestesió algo al Madrid, pero no alteró al Valencia, que tiene más cesto de lo que demuestra. Es un mixto de futbolistas cuajados y con muchas cicatrices, como Garay, Parejo y Nani, y reclutas con tanto presente como futuro, caso de Carlos Soler y Lato, este último una secuela más de esa factoría de laterales zurdos fecundados en Mestalla (Jordi Alba, Bernat, Gayá…). Los guirigáis institucionales hace años que tienen al vestuario cogido por la pechera. En el Bernabéu, sin mucho que perder y bastante prestigio que ganar, actuó con soltura, sin cadenas. Relajado, pero ambicioso. Con la mirada al frente, no fue un incordio constante para Navas, pero mantuvo el partido vivo por con oficio y decisión.

El Madrid bien pudo sacudirse los agobios en el arranque del segundo acto. Benzema, en la única oportunidad en la que un colega le citó al pie, Marcelo en este caso, hizo de Benzema y con un tiro combado estrelló la pelota en el palo izquierdo de Alves. La jugada no tuvo fin hasta que Parejo dio un apretón de pecho a Modric, que se desmoronó sobre el césped. Un asistente interpretó que el forcejeo del capitán visitante fue terminal. No pareció para tanto, pero el árbitro decretó penalti. Mal rollo incluso para Cristiano. En los duelos esgrimistas de los penaltis, frente a Diego Alves no siempre están claros los papeles de la víctima y el verdugo. El brasileño ya le había detenido dos lanzamientos precedentes a CR. Esta vez fue el tercero de los cuatro pulsos que han tenido. Lo de Alves es increíble: lleva 25 aciertos en 53 ejecuciones. Alguien dijo que la intuición es la velocidad punta de la inteligencia. Ese es el recurso de este portero tan singular.

Con Alves encumbrado, al Madrid se le multiplicaron las dudas. Gobernaba el marcador, no el juego, lo que le hacía sentirse a la intemperie más de la cuenta. Como si no supiera si remar o contener. Irrumpieron Asensio y Morata, pero no llegó la templanza, nadie metió la muleta. Con el tiempo a su favor, porque cada minuto disparaba el tensiómetro local, el Valencia esperó su momento. Una falta de Casemiro a Orellana dio la opción a Parejo, aquel niño que enamoraba a Di Stéfano durante su crianza en La Fábrica merengue. El de Coslada embocó el balón en la escuadra derecha de Keylor.

Tras la igualada, quedaban poco más de 10 minutos. En el Bernabéu eso son dos mundos, por más que el Madrid estuviera contra las cuerdas y en una sobremesa de zozobra. En este equipo nada es lo que parece, ni parece lo que es. Despertó la bestia y Marcelo, con un gran gol con la derecha, repartió tila por todo Chamartín. Lo de Marcelo no solo es puntualidad. Nunca le distinguió la púrpura de otros, por lo que tiene más méritos que reconocimientos. De momento, él socorrió al Madrid en una Liga que ya no permite irse por la cuneta. Todo atajo vale.

AP

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