Por Mariángel Suárez Así lo veo yo
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Duros días de junio. Los venezolanos nos movemos, entre  números con mucho significado. Al día de hoy, las estadísticas tienen una leyenda en algunos casos dolorosa, en otros desesperante, pero el que más nos apremia es la que pareciera de caducidad. La cosa es así en 85 días de resistencia tenemos 77 muertos, más de mil heridos, más de 380 presos políticos, además con un próximo 30 de julio que podría convertirse en una fecha nefasta para lo que conocemos como república. Y en medio de todos estos números con una historia atrás, estamos  millones de personas clamando paz, cambio y progreso para Venezuela.

Sin duda, los números que actualmente nos acompañan generan tristeza, indignación e impotencia, porque detrás de ellos hay vidas apagadas, familias con profundo dolor que jamás serán las mismas, unas separadas y otras de duelo. Unos líderes a quienes, a veces, pedimos acciones meseánicas, porque el día a día se lleva a gente inocente durante las manifestaciones pacíficas, o en los hospitales, o en las calles a manos del hampa, o por hambre. Estamos siendo testigos del desvanecimiento de un país, lo queramos o no.

Sin embargo, todo lo que hacemos importa y lo que no hacemos importa más. Es verdad que estamos viendo atrocidades sin que se haga justicia, pero aún somos un país con ciudadanos preparados que merecemos un arrebato de alegría, patear la tristeza y dejar de ser números para contar nuestra historia.

No tengo ni la más remota idea de qué tipo de venezolanos va a dejar esta historia. Pero quiero pensar que podremos ser capaces de remontar tanta crisis, tanta injusticia, tanto olvido, abandono y desesperación. Quiero creer que podremos seguir apreciando la belleza de las cosas. Que podremos mirar al cielo y hacia el suelo y poder sonreír sin motivos, sólo por el simple hecho de hacerlo. Somos el país de tanta gente talentosa, valiente y guerrera que merecemos dejar de ser una carnada, unos secuestrados por un grupo de vándalos que ha dejado a Venezuela en bancarrota.

Tendremos que ser capaces de enseñarles a nuestros hijos que la autoridad debe respetarse, pero que ese respeto se gana con méritos. Que los niños deben formarse en las aulas y no en las calles. Que la vida vale mucho y no hay que desperdiciarla. Que el mundo se mueve por muchas razones y, una de ellas, es por aupar la excelencia y la preparación.

Estos dolorosos días de junio, espero que no se repitan nunca más en la vida futura de Venezuela y de quienes no entendemos como tanta montaña verde, cielo azul, playas claritas y ríos abundantes, pueden ser testigo de la lucha más cruel y desigual que se haya vivido en esta tierra.

Hoy quiero terminar con una cita del fabuloso y tan mencionado Einstein, cuando afirmó que “la vida es muy peligrosa, no por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”. Estos días de junio también me presentó a los “indiferentes”, a veces pienso qué tipo de venezolanos van a ser ellos en el futuro.

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