Por Mariángel Suárez Así lo veo yo
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En este país el asfalto lo calienta y lo revienta millones de venezolanos que lo caminan, con fuerza y contundencia, que no creen ni en la cuarta, ni en la quinta ni en ningún idioma político, pero que están convencidos que Venezuela necesita y merece un cambio.

Nuestro país es de los venezolanos valientes, que vencen la indiferencia, la apatía y la inacción. Pero nuestras calles palpitan con aquellos que no las han abandonado y las explotan de valentía, de irreverencia y hasta de impotencia, por sentir “en carne viva” la represión y la abofetada de la indiferencia. No existe una fuerza tan brutal como la que se siente en la energía de quien marcha. Es una masa compacta aunque diversa con un sólo objetivo, compartiendo una conciencia colectiva y un miedo natural que queda sepultado tras kilos de gallardía, fortaleza y determinación.

Al grito de “Venezuela libre”, “No más represión”, “Quiero un mejor futuro”. “canal humanitario”, en el país se protesta aún a costa de los maltratos a los que estamos expuestos los venezolanos. Es un deterioro progresivo, asfixiante y cruel.

Actualmente, quienes calientan el asfalto son los que lideran las manifestaciones pacíficas de nuestro país, a veces con un precio muy alto, porque les cuesta la vida, pero dejar de hacerlo es más costoso, porque nos hundiríamos en la miseria de la derrota y dejamos sin honor a quienes murieron buscando la libertad de Venezuela.

No todos los venezolanos están hechos para el asfalto, pero siempre hay una manera de ayudar. Como yo lo veo, en esta lucha por cambiarle el rumbo a la nación, definitivamente, se están exorcizando todos los demonios. En una calle de Venezuela alguien puede estar corriendo por su vida, y al doblar la esquina consigues la vida “normal” que la indiferencia y comodidad te hace vivir. Eso señores se llama: DIVISIÓN, el legado rojo en su máxima expresión.

La libertad no puede negociarse. No puede haber dudas de qué lado te debes poner. No se trata de un color político, se trata del destino para gestionar la vida en Venezuela. Como decía un famoso cantante “mi tierra tiene una flor que no se pudre, ni muere, es la flor de la libertad”.

Somos unos nuevos venezolanos. Y de esta estirpe que nació hay venezolanos que me enorgullecen, hay otros que me dan asco y otros definitivamente me rompen el corazón. Al nuevo venezolano, le toca gritar por su libertad, lucharla, pelearla. También le obligaron a pedir, a practicar la humildad, a conocer la escasez, la bondad y la maldad en la misma medida. Al nuevo venezolano, le tocó organizarse lejos, en otras tierras, para conseguir su hogar, y a los que estamos aquí nos obligaron a pelear para no perder el que tenemos. Hemos tenido que aprender cómo hacer funcionar las cosas más sencillas y cotidianas, que se han vuelto extraordinarias y ahora se logran con lucha y sacrificio.

Si me preguntan quién calienta las calles en Venezuela, sin duda alguna, respondo: millones de venezolanos que en un movimiento colectivo y sin retorno, buscan un cambio para nuestro país. Para finalizar, creo asertivo citar al muy polémico Eduardo Galeano cuando dijo “ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común”.

 

 

 

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