Por Mariangel Suárez Así lo veo yo                                                      

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Hoy es un día en el que muchas madres recibimos las más sinceras palabras de amor, gestos de cariño y, sobretodo, los besos y abrazos más puros que nos puedan dar porque vienen de nuestros hijos. Sin embargo, estas líneas están dedicadas a las madres venezolanas, a ellas les quiero desear un resistente Día de la Madre, y que el mejor obsequio que podamos recibir sea un contundente grito de libertad.

Nuestra Venezuela vive momentos difíciles, confusos y, justo hoy, muchos hogares no tendrán nada que celebrar para esas madres sólo puedo decir que tengan mucha fortaleza y esperanza.

Cuando pensaba en escribir estas líneas sólo se me ocurrió describir, lo que desde mi perspectiva, somos las madres de esta tierra en este momento.

Debo empezar mencionando a las madres de quienes han perdido su vida por culpa de la represión a lo largo de estos años, ellas que hoy no tendrán a quien parieron y cuidaron hasta que dieron su vida luchando por tener otra Venezuela. Sé que los recuerdos no alcanzan para aliviar el profundo dolor que sienten.

También debo mencionar a las madres que salen a enfrentar este régimen, de ellas son estas calles, de ellas son el temblor que produce el miedo inevitable porque son humanas y el orgullo de ver la dignidad con la que forjaron a sus hijos.

Como no mencionar, a esa mamá que fue detenida junto con su joven hijo y una veintena más de muchachos, ella aunque recuerda con temor lo que sucedió y aún puede que se pregunte cómo lo hizo, ese día fue la madre de todos porque quien tiene un hijo tiene todos los del mundo, a ella gracias por defenderlos como leona de la injusticia y la intimidación.

Hoy Día de la Madre debo recordar, con el mismo nudo en la garganta, a la mamá que marcha con su joven hijo y que con su voz quebrada, entre el temor y el orgullo, afirma que caminará  tranquila porque él le asegura devolver todo el peligro para que no la toque. Se imaginan cuántas veces ella lo protegió y ahora él aplica lo que aprendió. Eso es amor del bueno. Esta es la madre que se viste de Venezuela, y le enseña a su hijo cómo se lucha por lo que se quiere.

Mis palabras de solidaridad, para la madre que en este momento ve cómo la vida de su hijo se apaga lentamente, sin medicamentos que alivien su agonía. O las que no tienen cómo darle de comer a sus hijos. Y a las que no saben dónde tienen a su hijo secuestrado. No hay palabras para describir esta angustia, sólo se siente.

Igualmente, no puedo dejar de nombrar a quienes han visto partir a sus hijos a otros destinos, y se debaten entre la tristeza de no tenerlos cerca y la esperanza de verlos regresar alguna vez.

Esta es parte de la realidad de las madres venezolanas, por ello, es inevitable que seamos unas mamás que aprendimos y enseñamos la resiliencia, la fortaleza y la esperanza, tuvimos que hacerlo porque tenemos a un país en construcción.

A las madres de los jóvenes caídos debo presentarle mis respetos, hicieron un trabajo impecable con esos chicos, quienes crecieron bajo la sombra de la marea roja y aunque les quitó la vida jamás negociaron su dignidad.

Este día es de celebrar a nuestras madres, la mía está en el cielo y hoy más que nunca sé que nos mira a César Alberto y a mí desde donde está y nos protege con su manto de amor, nunca dejes de mirarnos mamá Concha.

Hoy abrazaré con fuerza y amor  a mi Cami y a mi Iván Eduardo que me regalaron la dicha de ser mamá, y a la viejita que aún me acompaña mi abuelita Carmen.

Que tengamos el mejor día posible y que logremos reconstruir a Venezuela.

 

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