Por Mariángel Suárez Así lo veo yo
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Cien días con sus noches, sus angustias y su indetenible transformación para todos. Venezuela, el país de los acertijos, ha llegado al paroxismo patriótico más imponente de su historia contemporánea. Es tiempo en donde la valentía de nuestra juventud, esa que permanece en las calles, nos ha llevado al momento nacionalista más elevado de esta era.

Y sí, debo decir que mantener la cordura es cosa difícil. Tanto es así, que Venezuela, por estos tiempos, me recuerda a la Ursula descrita por García Márquez en su nóbel novela “100 años de soledad”, quizás llego a percibir en las calles de mi país, vestigios de un Macondo, un pueblo latinoamericano, que enfrentó solo épocas de prosperidad que, paradójicamente, lo llevaron directo a la desidia, a la pobreza y a la desolación. Estas calles se han desdibujado y, sólo han tomado sentido, cuando millones de nosotros las teñimos de tricolor, mientras buscamos las tan esquivas y perdidas paz y libertad.

Hoy se cumplen 100 días desde que en mi país los números adquirieron un nuevo significado, en este caso, me refiero a la cuenta que llevamos desde que definitivamente dijimos hasta aquí, no más, no hay retorno, no queremos este régimen y sus nefastas consecuencias.

Nunca como hoy, tomó tanto sentido la libertad del pensamiento, mantener los barrotes físicos fuera de los emocionales, dar guante a cuánto artilugio conseguimos para seguir soñando. Sobre todo, buscar la manera de sobrellevar la profunda e imperdonable soledad a la que nos han sometido como nación, como ciudadanos y como personas con afectos que fuimos dejando atrás.

Han pasado cien días de soledad, en los que hemos cambiado nuestra mirada, la percepción de las cosas y del tiempo, en el que hemos dibujado rostros de los nuevos héroes de esta patria. Tenemos 100 días de una bien llamada resistencia, que nos está dejando con las inevitables huellas postraumáticas, nos está dejando tocados en alma y corazón. Nos rodea la culpa, el miedo, la desconfianza y en algunos momentos la desesperanza. Se soltaron todos los sentimientos y sensaciones, no queda nada por sacar todo está afuera, sólo toca lidiar con ello.

La impronta de estos tres meses ha sido brutal para quienes nos ha tocado vivir el final de un régimen que, gracias a sus desastres, nos obliga a reinventarnos y a construir desde cero. Para el cierre de este post, y a horas de cumplir pues los 100 días, hemos vivido los momentos más noticiosos de un día cualquiera. Nos levantamos con grandes sorpresas y con la certeza de que lo único que podemos seguir haciendo, después de tanto preguntarnos qué hacer ante tantas injusticias es sólo una cosa: SEGUIR EN LA CALLE. Viva Venezuela libre y en paz.

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