Miguel Peña G.

@miguepeg

La burlesca táctica que han emprendido los distintos candidatos del irégimen en la campaña para las regionales, más que sorprender a Tirios y Troyanos confirma que, el albañal de amoralidad en donde habitan constantemente los aspirantes rojos es un hueco sin fondo. Un absurdo hoyo negro, distanciado de manera insondable de la civilidad venezolana -que nos caracterizaba antes de 1998- en cada palabra, acción y monserga que montan; seguimos cayendo sin freno. La ausencia de valores democráticos en los representantes del madurismo expone, tajantemente, el grado de descomposición política y social de unos personajes nefastos que, descaradamente, solo buscaron engordar -durante casi cuatro lustros- sus cuentas bancarias en detrimento del erario de la nación.

Obviamente, es difícil precisar cuál de ellos es peor. Es decir, si los que tienen sus colmillos incrustados -como vampiros- en el poder, succionado criminalmente lo que resta de nuestra economía, o los aspirantes a cobrar su cuota y lograr, desde las gobernaciones, un lugar que les permita urdir desafueros y corruptelas más allá de lo impensable. Ningún candidato del régimen presenta argumentos creíbles, están desprovistos de sustento y sustrato. Cualquier frase que largan no aguanta el más mínimo escrutinio público y, mucho menos, periodístico. La propuesta mendaz radica en mostrar candidatos desvinculados del trágico chavismo. Basta con observar el fragor de la campaña electoral para percatarse de que, Maduro, no alza brazos a candidatos en ninguna tarima; Nicolás no es plataforma, se convirtió en un peso muerto. Nadie quiere retratarse a su lado.

El simple hecho de cambiar el color de la franela y dibujar alocuciones democráticas, no ofrece a los electores una propuesta hacedera que permita zanjar, los miles de problemas particulares de cada región. Dentro del terror cerval que les infringe todas las encuestas, el régimen busca dentro de su radicalismo infructuoso y eterno crear liderazgos carismáticos, persuasivos y trágicos en partes iguales, al estilo del Satanás de John Milton -descrito en su poema, El Paraíso Perdido- con el propósito de desarrollar una estrategia electoral antagónica, que permita a sus «marionetas electoreras» mejorar en los estudios de opinión y lograr posicionarse en el imaginario popular. Montar en burro, desnudarse, subirse a pelear en un ring, vestir de azul, etc., no han servido de nada, por el contrario, ha tenido un efecto bumerán en la gente; -me humillas, voto en contra-

Sin dudas, para el chavismo primigenio y la banda mafiosa que desgobierna, llegó la hora del como sea; “mejor reinar en el Infierno que servir en el Cielo”, como reza el Satanás de Milton. Bajo ese panorama, donde la derrota se presenta apabullante, Maduro y su oficina electoral han decidido jugarse el todo por el todo. La infinidad de violaciones a la CRBV y al reglamento de procesos electorales, formarán parte de un dossier que, inevitablemente, condenará a las cuatro señoras regentes del “cne”. Todo el poder del Estado se ha volcado, sin empacho, a promover la abstención. Los llamados destemplados del usurpador del Ministerio Público, con miras a frenar el voto opositor masivo del próximo domingo definen, claramente, cuáles serán los resultados del 15O; la dictadura los sabe.

A pocos días del 15O la abstención pierde terreno, considerablemente, ante la decisión irrestricta de los venezolanos de seguir la lucha para no dejarse quitar el país, ratificar a la comunidad internacional que somos mayoría, y ponerle punto final a la dictadura. Las cartas están echadas. Las movidas descaradas de mudar centros de votación donde la tendencia es mayormente opositora, hacer campaña por el candidato madurista a través del mensaje de texto enviado desde el número del “cne”, gritar que existe un proceso de diálogo con la Unidad Democrática, accionar a la tropa abstencionista -rojos y opositores camuflados- a través del Twitter, han resultado inútiles; la gente los quiere fuera del poder. El régimen es tan predecible y básico que busca situar en el mismo terreno social, las pintas en paredes alusivas a la abstención, con las raíces democráticas bien arraigadas en la sociedad venezolana. Definitivamente, Maduro se equivoca otra vez, el asunto no pasa por pintar graffitis para evitar votos, el problema es que la paciencia del venezolano se agotó.

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