Termina un año muy difícil y problemático para los venezolanos. Desde cualquier punto de vista, la crisis nacional no ha dejado cuello sano y trata de arrasar con todo lo que encuentra a su paso. Digo trata, porque a pesar de las grandes vicisitudes que nos sobrepasan día a día, los ciudadanos hemos resistido enormemente cada desmán generado y accionado por la dictadura. Se ha escrito y analizado mucho -hasta al cansancio- sobre lo que paso, lo que acontece y lo que puede ocurrir en el país. Sin embargo, es menester -por lo menos para este servidor- tratar de medir en términos de prioridad dos aspectos fundamentales: nuestra identidad como venezolanos; y la crisis inducida por el Chavo-madurismo.

Lógicamente, la crisis generalizada debería copar nuestra atención en un grado superlativo. Es decir, no existen otros temas de conversación en círculos y grupos de amigos que no sean hiperinflación, política y comida. Usamos una especie de “decálogo conversacional” al que no ceñimos en cada charla o reunión dominguera. No es de extrañar, pues, esa es la estrategia comunista. Desviar la atención de la sociedad venezolana de los verdaderos temas centrales, a fin de convertirnos en supervivientes autómatas que solo les alcanza el tiempo para hacer cola, nunca para exigir y protestar.

He allí el meollo del asunto. Si bien se hace necesario no deslindarse de la realidad abrumadora, no podemos sucumbir al facilismo acomodado de la derrota. Tratar de justificar la inacción alegando que las “rectoras” del CNE son corruptas y que Jorge Rodríguez dijo o hizo tal cosa, es entregarse de rodillas ante el oprobio rojo. La aptitud debe y tiene que ser distinta. Oponerse rotundamente al control social, la administración del hambre y de salud que impone Maduro, pasa también -aunque suene ridículo- por no dejarse arrebatar las tradiciones más arraigadas de nuestra idiosincrasia. Esto es una forma de protesta activa, porque directamente escupiremos en la cara de la mafia enquistada en Venezuela: Yo no me doblego.

Ciertamente, no es fácil levantar esa bandera de protesta, cuando gran cantidad de venezolanos dependen de la caja Clap para poder comer, o en el caso de los jubilados, tramitar el carnet de la patria para cobrar la pensión. Más allá de esa aborrecible manera de controlar a los sectores más vulnerables de la sociedad, nos toca dar el resto en los últimos tramos de la dictadura. Maduro quiere doblegar a través del control cambiario los vestigios de nuestra tradición más arraigada; la navidad. No crea querido lector, que la hiperinflación solo es el resultado de un fallido sistema económico hipertrofiado gracias al pensamiento ideológico. Sencillamente, es una acción política premeditada para que usted viva una navidad oscura, sin esperanza o motivación.

A fin de cuentas, ese es el primordial objetivo espiritual y religioso de la celebración decembrina venezolana, la esperanza de lograr un mejor futuro; siempre ha sido así. Esta navidad es apremiante, como nunca antes lo fue. La llama que aviva la venezolanidad pretenden extinguirla. Por ello, nos corresponde internalizar tres pasos que, según mi criterio, es como una forma de protesta -inusual- pero que ayudará a darnos fuerza y no desmayar en la lucha libertaria. Entonces estos serían los tres pasos:

1) Entender que la situación es difícil y grave. Pero no entregarse a la desesperanza, no permitir que el régimen le quite su idiosincrasia, la manera de vivir. Haga su tradición. Renueve su fe elaborando un pesebre.

2) No hay carne, haga hallacas de puro guiso y hoja. No hay cerveza o refrescos, campanee jugo de limón. No hay pan de jamón, trate de comprar una canilla. La ensalada de gallina no está, haga de lechuga y tomate. No puede hacer torta negra, turrones u otro postre navideño, compre caramelos.

3) No le otorgue el gusto al régimen, no se arrodille. Entienda que muchos no pueden ni siquiera tomar agua en navidad. Analice que no es fácil llevar la situación que vive el país. Cada hogar tiene sus penurias. Aunque sea dura la realidad resista junto a su familia, no sucumba ante el horror de país que nos ofrece la dictadura. No condicione dichos puntos, como una acción de buscar soluciones alternas a la crisis. Realmente, es la estrategia que no permitirá que lo transformen en el ciudadano que no es, un cubano. La navidad le pertenece. Mi navidad es mía y no la regalo al dictador.

@miguepeg

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Ingrese su nombre aquí