Miguel Peña G.

@miguepeg

Dentro de la ambigüedad discursiva y gubernamental en la que navegó el régimen chavista y ahora el madurista, son innumerables los desaciertos e improvisaciones ejecutados desde su arribo al poder. Economía, educación, producción alimentaria, salud, etc., han sido destruidos de manera constante por una política de Estado bien concebida que persigue, a expensas de la calidad de vida de los venezolanos, controlar totalmente cada sector productivo y social del país; ergo, doblegar y chantajear sin contemplación a los ciudadanos. Esa actitud demencial y diabólica se ve aderezada, simultáneamente, con un rasgo que ha sido la marca de fábrica del funesto socialismo del siglo XXI, la trampa.

La artimaña y la perversión son dos componentes esenciales en el ADN político del régimen. Como eslabones de una cadena ruin, las distintas trampas emprendidas por Maduro y su circo se entrelazan, sórdidamente, con el fin único de soslayar el implacable escrutinio popular y, además, el control legislativo que la CRBV le otorga a la Asamblea Nacional. No importa si las acciones -criminales- lo desnudan ante la opinión pública nacional e internacional, lo indispensable para la dictadura, es eternizarse en el poder sin importarle la gente, la quiebra y destrucción del país por los cuatro costados; en pocas palabras, gobernar sobre las ruinas que va dejando a su paso.

En sus inicios, muchas de las argucias chavistas pasaban desapercibidas para un colectivo que permanecía embriagado con el nefasto discurso populista, revanchista y vengativo de Hugo Chávez. El autogolpe de 2002, por ejemplo, sirvió para tomar el control de PDVSA y hacer una purga profunda dentro de la otrora FAN; la postergación del referéndum presidencial celebrado en 2004 se hizo con la finalidad de recuperar, a través de las misiones, las exiguaspreferencias electorales; y el desconocimiento de la voluntad popular en la elección de la reforma constitucional de 2007, para imponer el “Estado socialista”. Todo ello expone, sin cortapisas, el nivel mafioso que pulula en Miraflores.

La máscara democrática -si la tuvo alguna vez- del chavo-madurismo cayó, formalmente, desde abril de este año. Las sentencias 155 y 156 decretadas por el “tsj” (en minúsculas), no solo figuran como una violación flagrante de nuestra constitución, también, significan la mayor trampa constitucional en contra del Estado de Derecho y la sociedad venezolana de la que se tenga referencia. Todo cuanto hace o dice el régimen de Maduro es groseramente impúdico y fétido. La amoralidad le sobrepasa a tal punto, que dentro de poco anunciarán en cadena nacional: “A partir de ahora Venezuela pasa a ser territorio de carácter privado y nosotros somos los dueños”.

El mejor “ariete institucional” de la trampa comunista venezolana es la oficina electoral de Miraflores; el cne (minúsculas). Verdaderamente, no existe calificativo en nuestro idioma que describa el grado de genuflexión que las directivas del «cne» evidencian en cada convocatoria a elecciones. Desde la frase “el 28, el 28, el 28” proferida por Eduardo Semtei en 2002, son diversas las historias -a sottovoce- que involucran al poder electoral y su entramado burocrático en estafas a la voluntad popular. Mitos devenidos en verdades dantescas, cuando Smartmatic, empresa (chavista) encargada de manejar el “afamado” sistema electrónico electoral, informó al mundo entero el fraude cometido en la fraudulenta elección de la ANC del 30 de Julio de este año.

Chávez entendió acertadamente, aunque repugne admitirlo, que la mejor manera de mantenerse en el poder, más allá de hacer una constitución a su medida, era desprestigiando perversamente el sistema electoral venezolano. Filtró a medios de comunicación del país, información sobre irregularidades en procesos electorales, fomentando la desconfianza de la sociedad hacia el “cne”. Estrategia que resultó exitosa en al año 2005, cuando los partidos de oposición se negaron a participar en las elecciones parlamentarias de ese año, uno de los errores más significativos que ha cometido la dirigencia y los ciudadanos.

Maduro no gobierna, sino trampea y miente las 24 horas del día. En vísperas de las elecciones de gobernadores del próximo domingo 15 de octubre y ante la inminente derrota que tendrá en la mayoría de los Estados (así lo reflejan todos los estudios de opinión), Tibisay Lucena, Sandra Oblitas, Socorro Hernández y Tania D’ Amelio, entran en acción, una vez más, para tratar de asestar otro fraude electoral a los venezolanos. Eliminación de centros y máquinas de votación, migraciones e infinidad de transgresiones descaradas a ley electoral, si bien forman parte del comportamiento habitual de estos sátrapas, debemos verlo como el preludio inequívoco, del cambio democrático que se aproxima después de las elecciones regionales. Recuerde estimado lector, la trampa crónica, se combate con voto crónico.

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