Miguel Peña G.

@miguepeg

Al chavismo le figura una marca inconfundible que, a partir de su infausta llegada, se les nota a leguas. Muerte, corrupción, amoralidad, ocultismo, persecución política y un largo etcétera de atrocidades pueden medirse, sin exagerar, bajo la escala Saffir-Simpson, a fin de tener una idea de la capacidad destructiva que ha mostrado esa caterva de mafiosos a su paso por Venezuela. Son cuantiosos los desafueros que el régimen -el progenitor y sus herederos- ha cometido. Uno más dantesco que el otro. No obstante, el más efectivo –gracias al adiestramiento cubano- ha sido estructurar un sistema electoral fraudulento que ha permitido en más de tres lustros de “socialismo», sembrar dentro del imaginario social venezolano la inmensa desconfianza en el «cne» y los procesos comiciales; elevando el abstencionismo dramáticamente.

La dictadura sabe explotar, profusamente, esa debilidad subyacente dentro del inconsciente opositor. El abstencionismo emerge, automáticamente, a causa de dos aspectos; al momento de que Maduro desprestigia a líderes de la Unidad, y cuando la oficina electoral de Miraflores (cne), convoca o desestima cualquier proceso electoral. Dichas estrategias rojas que, por cierto, siempre presentan el mismo modus operandi, se fortalecen gracias a los insultos desaforados del radicalismo opositor hacia la dirigencia política y, además, por los gritos destemplados de… “con mi voto no cuenten”. Resulta extraño, las distintas ofensas y alaridos abstencionistas, también, siempre son iguales. Es preciso entender, que la única forma de alcanzar la tan anhelada salida del madurismo es con una sociedad participativa, en la calle y en cualquier escenario constitucional necesario.

No existen fórmulas extraordinarias para salir de dictaduras. Sin embargo, la participación electoral es una medida que jamás debe apartarse como estrategia de lucha, por más descontentos y decepcionados estemos de nuestros líderes. El activista estadounidense, Malcon X, afirmaba que: “Si un colectivo tiene la oportunidad de votar unido y con ello puede decidir el resultado de las elecciones, y no aprovecha esa ocasión, no cabe duda de que ese colectivo está políticamente enfermo”. Las primarias y las elecciones regionales son ocasiones irrenunciables para lograr el cambio político del país; aunque no parezcan. Si regalamos el voto, definitivamente, estamos enfermos políticamente. En ausencia de raciocinio democrático, se apodera de nuestra conducta el «pensamiento intestino» de no votar.

Desde el 2004 los venezolanos cargamos la cruz del escepticismo electoral, inclusive, nos hemos vuelto distantes a todo lo relacionado con ese tema. Lo peligroso de seguir con esa de asumir tal postura, sobre todo, en una situación tan apremiante como la venezolana, los únicos afectados seremos nosotros. Al promover diariamente el abstencionismo, de cara a las regionales, los distintos Estados quedarán expuestos y, definitivamente, caerán en manos de la dictadura. Los venideros comicios, no se deben percibir como lo ha manejado en su discurso, erradamente, la dirigencia opositora, mera cuestión de espacios; más bien, es preciso darle el justo valor democrático dentro de la lucha ciudadana en contra de la ignominia roja rojita.

Sanciones (EE. UU. y EU) a enchufados y funcionarios del régimen, señalamientos por crímenes de Lesa Humanidad, audiencias en la OEA, reuniones exploratorias para lograr una negociación política y las regionales, forman parte de un abanico de acontecimientos reales que, concluirán con el único desenlace posible, la salida de Maduro, transición y elecciones presidenciales; en el corto plazo. Mientras los políticos opositores realizan su trabajo en los ámbitos que les corresponden, los ciudadanos debemos hacer lo propio, sin ambages ni medias tintas. Una cosa es exigir respuestas claras, mejor comunicación y acciones concretas a la MUD-AN, pero otra muy distinta, es fustigar y tratar de imponer a través del descrédito, el suicidio social del abstencionismo. Indubitablemente, abstenerse es una decisión personalísima, sin embargo, en momentos donde la república nos necesita, abstenerse significa apoyar al dictador.

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