17 DE FEBRERO DE 2018 06:00 PM

Dentro del laberinto de indecisiones, algunos desaciertos y la pésima estrategia comunicacional, los partidos integrantes de la MUD han tratado de sortear, durante los fatídicos años de régimen chavo-madurista, los señalamientos y recriminaciones que se le hacen regularmente. En ocasiones, salen avante de la lluvia de agravios y consiguen ganar la confianza de los ciudadanos, como sucedió en el año 2015 en las elecciones parlamentarias. Sin embargo, por más esfuerzo que los líderes de la unidad realicen para demostrar su convicción de lucha y lealtad a las exigencias de los venezolanos, siempre se atraviesan en el camino escenarios que, de una u otra forma, los arrastra al pantano del descrédito público.

Parece que las hijas marinas de Calíope persistentemente asechan, tratando de hundir constantemente a la oposición en el desprestigio social y político. Por supuesto, las “ninfas” del S.XXI distan mucho de aquellas figuras de la mitología griega. Más bien, son encarnadas por personas comunes y corrientes con la aterradora misión de estructurar campañas mediáticas, dedicadas a denostar cualquier acción de la MUD. Medios de comunicación, periodistas, políticos (opositores y chavistas) y cualquier venezolano de a pie, se regodea con el simple hecho de formar parte de la obscena e injusta campaña de descalificación hacia dirigentes opositores y diputados de la AN. Claro, muchos merecen una enorme jalada de orejas y gritos de repudio -por decir lo menos- pero no todos entran en el mismo saco.

La nube siniestra que cubre al liderazgo opositor, hay que reconocerlo, también es provocada gracias a la diversidad de criterios, intereses personales y las distintas visiones políticas que existen en el seno de la MUD, sobre la situación venezolana. Todos hablan al mismo tiempo. Cada uno declara lo que cree, o se hace vocero de la línea que se baja desde el partido. Algo normal, visto que la alianza opositora personifica el espíritu y los principios básicos que rigen a la democracia; pluralidad, libertad de pensamiento y acuerdos. Por ello, la coalición de partidos se ha vuelto muy compleja, no entender esto, significa seguir engrosando las alforjas de errores que, a la fecha, se encuentran pesadas y difíciles de llevar; hasta para sus propios seguidores.

Si partimos de esta reflexión, es posible emprender la reconstrucción acertada de la unidad que tanto se requiere en estos momentos. Dicho relanzamiento debería estar signado, en principio, por la selección de una persona que agrupe las diversas opiniones y posibles soluciones a la crisis del país, con miras a transformarlas en estrategias de lucha democrática efectivas, que permitan colocar la piedra fundacional del nuevo gobierno de transición. Llegó la hora de que los partidos arropen y seleccionen, en primarias o por consenso, al líder que representará en cualquier terreno constitucional a la gran unidad nacional.

La escogencia no hay que suscribirla solo para salir del paso, ni mucho menos, porque exista una presión social interna o externa para hacerlo. Al contrario, la selección del líder tendrá que hacerse a conciencia y con un exhaustivo sentido de realidad, a fin de tomar la mejor decisión posible. Esto no quiere decir, que deban pasar meses en dicho proceso; los tiempos son cortos y apremiantes. Decía Robert Louis Stevenson que: “la política es la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación”. Quizás tuvo razón, en el contexto y la época en que lo dijo.

Asimismo, como la tecnología avanza exponencialmente, el liderazgo político mundial también lo hace de forma rápida, y nuestro país no escapa a ello; con sus debilidades y fortalezas. El liderazgo opositor venezolano tendrá que considerar de manera seria y sin prejuicios anticipados, que el abanderado unitario reúna ciertas características indispensables que le permitan, no solo hacer frente a la más roñosa y corrupta de las dictaduras del continente, sino desarrollar un mensaje claro y contundente que conecte con las urgencias de la población. Diego Crescente, Socio de MAS Consulting, publicó en mayo del año 2015 en el diario La Razón de España, un artículo donde aborda y describe “las seis cualidades del liderazgo político del siglo XXI”.

Credibilidad, firmeza, autoridad, honestidad, convicción y empatía, forman parte de las particularidades señaladas por Crescente, para que los líderes de nuestra era aglutinen las preferencias de los ciudadanos. Si bien, alguien pudiera engrosar esa lista, a nuestro líder opositor le haría falta -además de las expuestas- una cualidad importante que le haga reconquistar la confianza de la gente; la responsabilidad. Dentro de la compleja situación venezolana, alguien debe hacerse cargo y dar la cara de aciertos y equivocaciones de la oposición. No puede seguir haciendo estragos en la esperanza ciudadana, la orfandad de liderazgo. Nadie es culpable de nada, pocos reconocen los errores y la mayoría se escuda en el silencio sepulcral de no asumir el riesgo; algo que en política es sinónimo de fracaso.

Hablar de un líder unitario no es igual que decir líder único. Sencillamente, no se asemejan, porque lo primero en términos reales significa que, a la persona designada, le corresponderá unir bajo en un solo discurso político a extremos opositores que han tenido ópticas disímiles en la lucha democrática. Además, le tocará buscar el apoyo de las instituciones del país bajo dos objetivos primordiales: derrotar a la dictadura constitucionalmente; y recomponer social, moral y económicamente a Venezuela. Mientras hay quienes preguntan: ¿Cuáles Líderes? otros sueñan e invocan al mesías alado de turno, angustia que le añade más dramatismo a la compleja situación interna que vive la MUD. Lo cierto es, que optar por alguien específico nunca resulta tarea fácil; pero el trabajo hay que hacerlo. No podemos desechar ninguna propuesta, incluso, que una mujer se convierta en la líder de la unidad nacional. Eso sí, una mujer de acciones y no de retórica. No hay condiciones para ir a elecciones, pero se debe concretar un plan B, que pasa por designar a una persona que logre junto a la comunidad internacional, las garantías electorales. Líderes hay en cantidades, pero nada más uno será el unitario.

Miguel Peña G.
@miguepeg

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