Por Mariángel Suárez Así lo veo yo

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Al día de hoy son muchas las cosas que están prohibidas en mi país. Yo que nací en democracia, con libertades y que, además, me formé como periodista esta palabra y sus implicaciones no entra dentro de mis paradigmas. Hace rato que no me quedaba sin saber qué decir, pero es que Venezuela da para tanto que puedo pecar de decir algunas irresponsabilidades, y de esos ya tenemos suficientes. Me pregunto, en qué momento tengo que asumir una “culpa” de algo que no hice. Yo lo pienso y vivo aquí, y no me imagino qué puede sentir el que está al otro lado del mundo, sin sufrir las cuotas constantes de patria, pero que con sólo tener el pasaporte que lo acredita como venezolano ya puede tener también algo “prohibido” en su ordenada vida.

Nuestros estados de ánimo pueden variar durante el día, al mismo ritmo que el dólar paralelo y, para quienes no entiendan esto, el sube y sube de esta moneda que sucede varias veces durante el día tiene unas consecuencias nefastas. Sí, es para volverse locos y es cuando más vigente tengo la definición del efecto mariposa. El impacto de las acciones de personas que ni siquiera llegamos a imaginar, nos hunde cada día más mientras ellos se apertrechan para no dejar su cuota de poder.

Así son los hechos y, ante esta realidad tenemos que vernos obligados a buscar razones, motivos, estrategias para tratar de conseguir en algún momento la complicidad con nosotros mismos que nos lleve a recrear buenos momentos. Merecemos trazar una ruta y además invitar a recorrerla a quienes quieran mantener la cordura. Decía un famoso venezolano hace poco “los buenos venezolanos somos más”, eso también quiero creerlo.

Este país de uno, genera tanta información que carece de aburrimiento, pero se desborda en crueldad una palabra que implica muchas cosas, porque trae consigo un egoísmo desmedido que nunca llegamos a imaginar que viviría esta noble tierra. Me hace pensar que las bondades de mi país, la tienen presa de la maldad en estos tiempos.

Buscando la fórmula para combatir la era cruel que atraviesa Venezuela, me encuentro con que realmente la historia se está encargando de enseñarnos que “el realismo mágico” no estaba destinado a ser solamente una expresión literaria, pues como yo lo veo, se ha convertido en una manera de gobernar y de hacer que todo un país alucine día a día con acciones que nunca llegamos a sospechar que se podían hacer. Qué manera de destruir a toda una nación, de correr a millones de personas a otros países, entre ellos, algunos que los reciben con oportunidades y otros con malas maneras. Quizás esta experiencia, parafraseando un poco a una periodista que escribió sobre los jóvenes emigrantes venezolanos, nos permita llegar a ser mejores personas porque nos obligaron a empezar de cero fuera de Venezuela y a ser expatriados, incluso, dentro de nuestra propia nación. Pero de lo que si estoy segura, es de que ser venezolano ahora y siempre será sinónimo de valentía para la mayoría, de que buscamos las oportunidades allá donde estén y de que pese a todo siempre vamos a ejercer el derecho de ser feliz con todo aquello que nos permita serlo.

Termino con Benedetti y su invitación. Ahora que “los odios andan sueltos amemos en defensa propia”.

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