Por Mariángel Suárez Así lo veo yo
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En Venezuela todos los días hay que preguntarse, entre otras cosas, y dónde jugarán los niños. En un país donde las situaciones hay que leerlas por partes, es imperante reconocer, que estamos viviendo un proceso inédito para una generación atrapada, entre los millenias y el atraso que ha traído el socialismo.

Para muchos de nosotros, me refiero a los que permanecemos en Venezuela, el día a día es cosa seria. En ocasiones, no sabemos cómo actuar y sólo podemos llevar esto un día a la vez. Hace rato que la palabra “normalidad” se mudó de esta tierra. Lo que si tenemos claro, es que el terror no nos ha vencido, estamos vivos, palpitamos al ritmo de un país “destrozado” pero donde aún reímos, lloramos, queremos, nos enamoramos, nacen niños, la gente alcanza metas y todo esto sucede mientras salimos del fondo de una crisis tan profunda que ojalá no vayamos a morir de apnea mientras llegamos a la superficie.

Hoy más que nunca quiero parecerme a la gente que busca la belleza donde no la hay a simple vista, porque en medio de este caos, están nuestros chamos, nuestros niños, adolescentes, jóvenes que deben aferrarse a lo conocido, sabiendo, que también está alterado. Ni se imaginan la cantidad de posturas, decisiones, señalamientos, opiniones y situaciones a las que estamos expuestos diariamente.

Todos los días nos despertamos en un mundo lleno de decisiones, que quizás molesten a otros. Es algo así como: van al colegio, no van; debería visitar a la amiga no debe ir; se le hace el cumpleaños o no se le hace. La cotidianidad ahora es un proceso extraordinario. Como yo lo veo, desde el profundo respeto que tengo por quienes permanecemos padeciendo este mismo “mal rojo”, es hora de que prevalezca lo importante, los valores, lo esencial. Estamos formando a los líderes de este país, y ese trabajo debe ser impecable como lo hicieron los padres de cada joven muerto en estos días de resistencia, y en los años que los venezolanos hemos salido a la calle a decir  “basta ya”.

Qué hacer. Pues mi respuesta siempre es la misma: haga lo que le dicte su conciencia, su corazón y su sentido común, la única cosa que no debe hacer es paralizarse. Tome en cuenta algo, revise e internalice la resiliencia y enseñemos a nuestros hijos qué significa, porque nada es más fuerte que el ejemplo. Si tienen que hacer tarea por internet, pues que la hagan eso se llama responsabilidad. Si tienen que quedarse encerrados, por seguridad, en sus casas, expliquemos por qué no pueden salir. Si se abre un espacio para que jueguen, pues que lo hagan y que disfruten el momento. Si sólo pueden ir tres horas a la escuela, pues que la aprovechen. Si el ímpetu de la juventud los empuja al frente de una manifestación, pues encomiéndelo o acompáñelo. Si la carrera universitaria queda de lado un tiempo, pues que repose mientras forman su carácter. Y lo más importante, si tienen angustia denle paz. Quizás, en ocasiones, la vida no sea tan bella, pero el baño de realidad les permitirá ser unos adultos con una visión interesante del mundo.

Venezuela no está en normalidad. Mientras tratamos de recuperar el hilo que nos lleva al progreso, nuestros hijos deben sentir que están protegidos, aún en medio de esta tremenda inseguridad. Confieso que he sentido la necesidad de decirles a mis hijos que me perdonen por mantenerlos en este caos, pero con la clara convicción de que deben cantar el himno nacional, el alma llanera y Venezuela como un mantra para el resto de sus vidas. Los he enseñado a querer a su país. A tener esperanza. A cumplir con sus tareas, con la firme promesa de que, si el destino así lo dispone, el día de mañana también cumplirán con su país.

No está siendo fácil, para algunos, además, les parecerá hasta injusto, pero hoy más que nunca hay que modelar con el ejemplo y con la plena seguridad que formaremos personas con profundos rasgos de solidaridad, que lucharán por lo que quieren y que, sin duda,  alcanzarán sus metas. No tengo duda, que nuestros hijos, nuestros “chamos” llevarán a Venezuela a lo más alto porque alguna vez conocieron su fondo. Dios bendiga a nuestros hijos. Dios bendiga a Venezuela.

 

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