Por @AnahisCruz

Emigrar nunca ha sido fácil, es una decisión que cambia el curso de la vida personal y familiar. Las separaciones, distancias, ausencias y mucho dolor cambian la vida y el día a día. Pero, cuando ya no se es joven, emigrar es una decisión mucho más difícil, de eso no queda duda. Pensar en los obstáculos pesa más que las oportunidades, sin embargo, ese miedo no fue impedimento para que Julián Cano Gonźalez con sus 62 años encima, decidiera salir de Venezuela con la esperanza de pasar sus últimos momentos más tranquilo, dejando atrás los sinsabores que la amarga revolución chavista le dejó en Venezuela.

Tal vez el hecho de llevar sangre extranjera en sus venas y ser el hijo de dos emigrantes canarios le dio las fuerzas para salir de Venezuela rumbo a México donde dos de sus cuatro hijos lo esperaban. No fue fácil dejar los llanos infinitos del oriente del país donde creció bajo el sol tropical de Pariaguán, Anzoátegui donde tenía su finca y en la que pasaba los ratos de ocio que le permitía su trabajo en Petróleos de Venezuela.

La migración por lo general está siempre muy vinculada a la juventud, a la osadía de querer iniciar una nueva vida, aún así, Julián encontró las fuerzas en la impotencia tras perderlo todo, “a mi me dejaron sin nada, me lo quitaron todo cuando Chávez expropió Petrozuata y Sincor, yo caí en esa redada, yo le trabajaba a esas empresas y quedamos en la calle, lo perdimos todo y a mi edad no es fácil» confesó Julián.

Emprendedor venezolano en México

Después de muchos años, tal vez con menos rabia o quizás con más resignación, Cano González confiesa que jamás imaginó que su vida daría el vuelco que dio y que luego de dedicarse toda una vida a la industria petrolera encontraría el éxito elaborando y vendiendo «queso llanero» en tierras mexicanas donde vive desde hace un poco más de cinco años.

«Cuando trabajaba en PDVSA compartía las labores del agro, hacíamos quesos, pasábamos tiempo en la finca y aprendí muchas cosas del campo». Pero era algo que hacía más como entretenimiento que como forma de sustento, explica.

Lo cierto es que esas experiencias le han servido a Julián para establecerse en Santiago de Querétaro, en el centro de México donde ha echado raíces. «Cuando llegué, ya por la edad no tenía muchas opciones de empleo y hay que meterle la mano a lo que más sabes hacer y en este caso eran los quesos» dijo entre risa y nervios Julián.

«Emigrar es difícil y a esta edad más, pero no te queda otro remedio. Cuando tú no toleras lo que está pasando en tú país ni modo que sigas y yo soy de las personas a las que nadie le pone un bozal de arepa, a mi nadie me pone un bozal» sostuvo Julián mientras nos contaba parte de su vida.

Fue así como este llanero venezolano salió de sus tierras para instalarse muy lejos de su casa. «Yo no trabaje más porque yo no compartía los ideales de esa gente (los chavistas), entonces así se emigra, sin pensar en el miedo. Hoy puedo decirte que esto me da para vivir, me gusta hacer mis quesos, me distraigo; además me da el vivir, me devolvió la vida. Cuando salgo de aquí de las ventas me voy al Rancho, no es mío, pero allí compro la leche, comparto con la gente, luego me vengo a hacerme mi queso, con la familia que me ayuda, y mañana a vender otra vez», narra emocionado.

Hoy la vida de Julián es muy distinta a la que lleva en sus recuerdos, la vida de la industria petrolera, trabaja todos los días, pero lo cuenta sin dolor y sin resentimientos, aunque con nostalgia en su mirada. «Trabajo todos los días, menos los lunes, el lunes es el día de pagar las cuentas y descansar».

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Julián adapta su vida a las necesidades del mercado que le requieren por las delicias que elabora. Conseguir queso fresco con sabor venezolano todas las mañanas en la Fray Junípero Serra es una bendición para sus paisanos, y por qué no decirlo, para los mexicanos que se arriesgan sin arrepentimiento a probar el delicioso sabor de un queso llanero, un queso fresco, suave, cremoso, natural, como pocos en el mercado y de reconocimiento internacional. Dónde está el secreto del sabor se preguntan muchos. Sólo Cano lo sabe, tal vez en la leche, en las vacas, en la técnica, en la experiencia y el empeño que le pone. Lo cierto es que los venezolanos con el queso es como los mexicanos con el chile, no saben vivir sin el.

El queso Llanero deleita a los mexicanos

Es que «queso llanero es la mejor palabra que hay en el diccionario» dijo Julián cuando quisimos saber porque lo tenía escrito en su vehículo donde sale cada día a vender sus quesos, cremas y sueros.

«Es que queso llanero llama la atención, te voy a decir que tengo la misma cantidad de clientes mexicanos como venezolanos, el 50 % ciento de mis clientes son de aquí y se paran para ver qué es llanero, esa palabra no les es familiar, en cambio el venezolano si lo sabe y de inmediato se imagina el queso derretido en las arepas y recuerda el sabor que nuestro queso le da a las comidas, al plátano, a los tequeños. La mayoría se detiene a preguntar y después que llegan y prueban no dejan de comprar».

«La cremería de Julián» que es su nombre comercial produce en promedio 40 kilos diarios de queso llanero y no sólo los comercializa en Querétaro. La quesera, aunque es un negocio artesanal muy joven ya tiene al menos a 5 proveedores que distribuyen sus productos en la capital azteca. Es tan delicioso y fresco que no hay nacionalidad que se resista.

Y cómo soñar no cuesta nada y para eso trabaja todos los días, Julián tiene en mente abrir una fábrica más grande que le permita producir quesos y cremas en mayor cantidad para poderlos comercializar en más regiones del país. El proyecto le ilusiona, tiene puestas sus esperanzas en poder seguir trabajando porque a la edad no le teme, además también le da mucha ilusión crear nuevos puestos de trabajo.

El tricolor en el alma

El queso llanero es una comida gourmet y Julián un embajador de nuestra cocina. Fabrica el mejor queso que es uno de los ingredientes imprescindible en la cocina venezolana, siempre acompañando a las arepitas, sean fritas o asadas, al platanito horneado, las tajaditas, los tequeños, las ricas manducas y hasta las empanaditas de queso. No puede faltar en una parrilla familiar, hallaquitas o bollitos. Cada uno de estos platos estarían incompletos sin un buen queso venezolano.

Pero, ¿cómo se hace cuando se emigra?. La sazón va en las maletas al igual que las enseñanzas de la abuela y de mamá, pero a veces por más empeño que le pongamos a la cosa, sino tienes los ingredientes, el trabajo se hace cuesta arriba, y eso lo sabe Julián, por experiencia propia sintió la necesidad de encontrar un quesito criollo que le reviviera los sabores de sus llanos, y así como él, decenas de compatriotas que comparten la lejanía del hogar.

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Es así como nace el negocio del queso en medio de la edad y los sinsabores de emigrar obligado por las circunstancias. Hoy lleva alegría a cada hogar venezolano que compra sus quesos con el sello tricolor.

Julián se convirtió en el embajador de la cocina venezolana en México, sus compatriotas lo buscan para comprar el queso que con su sabor los lleva a los recuerdos familiares, a las reuniones, a la comida casera. «El queso llanero es para mi una comida gourmet» dijo Susana Ugas, una caraqueña que desde que conoció a Julián no puede dejar de comprar su queso llanero, reconoce que le trae alegrías. «Me gusta porque me trae recuerdos de mi país, me encanta mi arepa con mantequilla y queso llanero, mi pasta con mantequilla y queso llanero, mis panes, plátanos».

Los sabores son mágicos, nos transportan, nos trasladan y nos pasean por los recuerdos de nuestra patria. Un desayuno criollo con arepas, mantequilla, queso llanero y el café colado nos hace sentir siempre en Venezuela.

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